Nuestra verdadera naturaleza espiritual, si escuchada con respecto, está más allá del dualismo.
Lamentablemente el esquema mental de las religiones, puesto encima de la espontanea revelación de lo humano en nosotros, sigue ofuscando la sencilla conciencia de existir, de pertenecer a un todo indivisible del que somos parte integrante.
Antes de ser cristianos, mahometanos o budistas somos conciencia, pero esta conciencia está totalmente asombrada que nuestras calidades intrínsecas vienen sumergidas por una plétora de ideas, limitaciones y estructuras pre-construidas de diversas creencias religiosas. Una valla que impide la libertad de expresión en términos de la espiritualidad natural del hombre.
Basta ver el mal uso que se hace del término “laico” por la religión católica, dejando por entendido que se trate de una persona que no pertenece a la clase sacerdotal, pero miembro de la religión. Absurdo desde el punto de vista etimológico y lingüístico, en cuanto laico (del griego Laikós) significa afuera de cualquier contexto político y religioso (una especie de paria).
Pero el mal uso Católico del término “laico” se sigue haciendo descaradamente en las menciones hechas por el Vaticano con referencia a los llamados creyentes “laicos” (es decir, la gente común, los jefes de familias u otros no ordenados en el sacerdocio, pero que igualmente pertenecen a la religión). Este truco lexical ayuda a mistificar y diferenciar lo que es absolutamente indivisible: el espíritu.
Paolo D’Arpini
(Traduzione in spagnolo di Silvia Marchegiani)
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